martes, 24 de agosto de 2010

LA FE CIEGA EN LO INVISIBLE

Esta entrada se acoge al derecho constitucional: Artículo 20. Sección 1, letra A Constitución española de 1978. Las opiniones aquí vertidas responden a una opinión personal subjetiva,  y en ningún caso se corresponde con una verdad absoluta. Puede herir la sensibilidad de algunos lectores.
La ignorancia del ser humano es lo que hace que el miedo salga a la luz (entiende ignorancia como el desconocimiento y no como un insulto). Hacía tiempo que  no conversaba acerca de este tema y en tan solo veinticuatro horas me he encontrado palabreando en dos ocasiones y con dos personas distintas acerca de estos conceptos. 
El ser humano necesita acotar su realidad. Necesita poner límites, fechas, enumerar y contabilizarlo todo. El caos que provoca la sensación de no poder controlar la realidad es lo que hace que amemos el hecho de incorporar límites a la existencia de  nuestro alrededor, a nuestro entorno. Soy consciente de la controversia que puede generar en uno mismo la lectura de este artículo, pero no deja de ser una opinión subjetiva y personal. Para el individuo la sola existencia es un claro enigma, ¿por qué estoy aquí?, ¿de dónde he venido?, ¿donde iré cuando muera?, ¿por qué este cuerpo y no otro?, ¿por qué en esta época y no  en cualquier otra?, ¿por qué un ser humano y no un animal? 
La necesidad de respuestas como método de acotar y controlar la realidad es inherente a la capacidad de raciocinio del individuo. Por ello inventamos la religión, la cual no deja de ser una empresa que pervive por el aprovechamiento del miedo que siente el ser humano ante algo desconocido. Es terrible alimentarse del miedo infundido por lo desconocido, a nivel retroalimentario, generando a su vez un mayor nivel de miedo (el infierno).


Hay quien afirma que es la Iglesia, como institución, la culpable de ello. Pero lo cierto es que resulta un cómputo de muchos procesos. La fe es algo necesario, por descontado, es lo que empuja al individuo a seguir progresando, pero se debe entender la fe desde diferentes puntos de vista. La fe ciega de creer en un ser superior, omnipotente, omnipresente, creador de todo y de la nada, la existencia extrema de los opuestos: el bien y el mal no es algo beneficioso. El punto positivo de la creencia religiosa es el hecho de incitar al individuo a la bondad de sus actos, es el único aspecto a  destacar de manera real. La radicalidad que genera es altamente peligrosa (en algunas sociedades matar en nombre de un ente superior es algo natural, eximiendo de uno mismo toda responsabilidad moral, siendo simplemente detestable). 
La fe ciega en un mundo paralelo y superior, el cielo, es la forma en la que el ser humano se escuda ante el miedo de no obtener la respuesta fundamental a la pregunta: qué ocurre cuando la consciencia se apaga. Y ahí va mi respuesta: no ocurre absolutamente nada. Me apoyo en la Teoría Cientificista y me declaro fiel seguidora de la misma. Cuando el cuerpo muere, la consciencia de apaga, es el miedo a no sentir, no percibir, no pensar… lo que asusta terriblemente, y la única manera de superar ese miedo es aceptando esa situación como inevitable. No me refiero a conformismo, me refiero a comprender el fin. Personalmente me resulta indómito pensar que exista un ser superior que vela por la humanidad. No lo concibo.
No concibo más allá de la idea de que somos meros resultados de una evolución genética, que durante millones de años hemos ido perfeccionándonos en base a las características que nos hacían más fuertes, adaptándonos al medio que nos rodea y desarrollando la capacidad del habla, el cual nos capacita a su vez para generar pensamientos. 
Somos animales en el estricto sentido de la palabra, venimos de la nada y por consiguiente la capacidad de razonamiento se extingue cuando el órgano vital que nos mantiene calientes deja de latir, deja de bombear. Vuelvo por tanto a la idea de la nada. La angustia psicológica que genera en el individuo es considerable, por ello nos empecinamos en creer (o querer creer) que existe algo más allá después del tránsito hacia la oscuridad. Nos aterra pensar en la oscuridad, en el instante en que dejemos de ser lo que somos, en el momento en el que no seamos capaces de poseer una consciencia acerca del entorno. Y aterra porque no podemos hacernos ni la más ligera idea acerca de cómo será la situación. No es controlable, no puede acotarse, y el ser humano sin el  (aparente) control de las situaciones, se convierte en la personificación del caos. Galimatías que rige de manera inteligente la religión (cualquiera de ellas). 
Los individuos con menor grado de cultura (y esto no lo digo yo) poseen un nivel de fanatismo religioso exacerbado, cayendo en las abrutas y absorbentes aguas religiosas, dejándose llevar por algo invisible, algo que no ha visto nunca con sus propios ojos y que solo espera con una ilusión y una esperanza desgarradora, el instante de su muerte para comprobar si, efectivamente, ha vivido su vida  de manera que giraba en torno a una falacia, para darse cuenta que ya es tarde como para enfocar su fe en algo mucho más plausible: él mismo como persona.

1 comentario:

  1. La inanición del alma se sacia alimentándonos del conocimiento.
    La búsqueda, el reto, el ir más allá de, saber por saber, pensar por pensar.
    La proyección del ser humano es infinita....

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