martes, 26 de octubre de 2010

A CIEGAS

 
Es la privación de uno de nuestros sentidos lo que conlleva el sobredesarrollo de los demás. Y es natural. El ser humano se nutre de la percepción en el más amplio significado del concepto. Percepciones visuales, olfativas, táctiles, auditivas y gustativas. Pero seamos sinceros, no todos ellos poseen el mismo grado de importancia en la jerarquía humana. La carencia de la vista, es quizás, la situación  más angustiosa, porque a través de ella conocemos y reconocemos de manera instantánea, física y lógica.

Esta vez no hablaré de lo corporal, sino de algo más allá, de lo interior, de esos sentidos psicológicos asociados de manera intrínseca a los sentidos físicos. En ocasiones ocurre, que el entorpecimiento de un sentido a nivel psicológico (habitualmente el oído y la vista, es decir, el no querer oír, el no querer ver) aparecen sin previo aviso y sin la mínima elegancia de ofrecimiento de las consecuencias. Y te encuentras en el vacío, hermético, oscuro, a ciegas sin poder (o querer) ser consciente de tu alrededor.  A ese nivel de introspección os remito la obra del genio José Saramago, Ensayo sobre la ceguera. Esa ceguera blanca, densa  y húmeda, como la leche, que  te sumerge en el estado psicológico de la propia decadencia, mostrando lo frustrante del ser humano.

La obra, magistral y digna de lectura, es un símil de la propia esencia de nosotros mismos como especie que puebla el planeta. Una pandemia se apodera de la visión del ser humano, alienándolo y provocando el terror a ese posible contagio de la ceguera blanca. Los instintos batallan contra la coherencia en el interior del propio individuo, en una lucha ardua para ganar el nivel de supremacía. Pero el ser humano es débil, frágil y altamente previsible. 
 
El instinto de supervivencia no es sino una palabra dulcificada para dar significado a la mediocridad del ser humano en términos de egocentrismo puro. A ese nivel llegamos cuando nos privamos de un sentido psicológico.

Cuando el ser humano cae en esa espiral cegadora de un velo blanco, es cuando sale a la luz la condición animal propia de nosotros mismos. La bajeza de los instintos  que se muestran en contra de la humanidad de cada cual, dejando a un lado la empatía,  el compañerismo, la amistad y la coherencia de la base de la honestidad... ¿O es lo contrario? 

Os lo recomiendo :)

miércoles, 13 de octubre de 2010

AGUJAS...

Cuando un reloj se para, cuando sus agujas dejan de respirar, algo también lo hace dentro de ti. Intentas recordar qué día marca la hora fantasma, pero no lo sabes, porque no lo has vivido de manera consciente. Y rememoras aquellos instantes que pueden ser trascendentes, para intentar descifrar cual es el momento que debió ser tan importante como para que el tiempo se rindiera ante él.
 
Esa hora precisa en la que el tiempo se detiene en el espacio. El infinito tic-tac deja de latir. Deja de existir la medición del tiempo y solo queda el espacio relativo. Ese espacio en el que se instala el instante que jamás podrás reconocer. Pueden ser las pilas descargadas, pero puede que no. No me asusta, pero no me gusta.

RACIONALIZANDO LO IRRACIONAL...

Hace no mucho tiempo decidí cambiar el rumbo de la historia. El ser humano no debería ser cómplice de su vida viviéndola en tercera persona. Y así fue. Decidí saltar al vacío, a ver qué ocurría. Dejé de pensar en aquello que me faltaba o me sobraba, y me dediqué a pensar en aquello que es suficiente. Dejé de catalogar y etiquetarlo todo, dejé que las cosas simplemente fueran como son. Por algo ocurre todo. Dejé de creer en fantasías y simplemente vivir el ahora. Y es en este instante cuando me alegro de haber racionalizado una porción de mi vida para darme cuenta que realmente sí existen las fantasías.

lunes, 20 de septiembre de 2010

EL PLACER POR EL PLACER...



 La electricidad entre las dos miradas es más que palpable. Las pupilas se dilatan, lenguas que se buscan como puro acto de un dócil canibalismo. Suave respiración que calienta el cuello. Manos, yemas, lenguas que se buscan entre palpitaciones. Balanceo de cuerpos al unísono que se unen en perfecta simbiosis. Gritos ahogados entre una maraña de piernas y brazos. 
 
 
Es sucio pero el ser humano vive por y para él. ¿Cómo no puede serlo? Los pulmones se llenan y vacían a una velocidad pasmosa mientras las manos intentan descubrir cada pedazo de piel del otro, en busca de una señal que indique que esa búsqueda va por buen camino, que el final se acerca. Final que rara vez llega a la par. Pero no importa, porque existe la posibilidad de reescribir el final tantas veces como nuestro cuerpo pueda soportar. 
 
Manos que sujetan las del otro, violencia sexual que deja salir al animal dormido, saliva, sudor y placer. Unos minutos o una hora, ¿qué más da? Es el placer por el placer.

Es el sexo lo que mueve el mundo, lo que nos mueve a nosotros mismos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

LAURA EN TERCERA PERSONA


[He recibido a lo largo de mi andadura en este blog tres e-mails solicitando más información acerca de mí misma. Como ya me conocéis un poquito gracias al primer post que subí (pinchad aquí para leerlo), he decidido hacerlo de otra manera: en tercera persona.]

Hace poco tiempo que llegó a la ciudad y aún siente los estragos de la reciente y precipitada llegada. Pero ya ha encontrado ese rincón que necesita. Es habitual verla por allí, a primera hora de la mañana o cuando el sol ya está perdiendo su vitalidad, siempre el último día de la semana.

Esta vez atardece y ella sigue ahí. Es uno de sus rincones predilectos para esconderse del bullicio que mancha la ciudad. Sentada, en un banco del tranquilo parque, se limita a observar a los transeúntes que caminan a esas horas por allí. Lo hace a menudo, observa a la gente e inventa sus historias. Inventa sus trabajos, sus vidas… le entretiene.
 
Y allí está, sentada, muy quieta y relajada, con las piernas cruzadas y las manos sobre el regazo sujetando ese inseparable cuaderno que llena de palabras y pensamientos.

No es alta, tiene el cuerpo menudo y el cabello ondeante color avellana a media espalda. Sus ojos, expresivos, están siempre en movimiento como haciendo alusión a la actividad de su mente. Piensa, piensa, piensa. Le gusta pensar, reflexionar.

A pesar de ser sociable necesita a menudo la visita de su amiga soledad. Estar sola durante unas horas al día es su ritual de limpieza del alma. Esas horas son para ella y para nadie más. Es como ha aprendido a conocerse un poco más a lo largo de sus veinticinco años de vida.

Y así es como se dio cuenta de que no soportaba las ataduras de nadie, las personas posesivas o aquellas que no entienden que la libertad individual es necesaria, sabiendo que la independencia personal se compone del respeto hacia el espacio que el otro necesita.

Esa chica de ojos expresivos, sabe que por encima de todas las cosas la traición es algo que nunca ha podido perdonar a nadie, ni la mentira.

Pero también sabe que aquello que ocurre en el día a día, esas pequeñas situaciones que te hacen dibujar una sonrisa en el rostro, es lo que podría considerar como la verdadera felicidad.  Como aquel día, hace no mucho tiempo, cuando, paseando tranquilamente hacia un lugar que ya ha olvidado, se cruzó con una madre con su pequeño. Laura sonrió tímidamente a ese dulce niño que miraba a todos lados como quien mira algo que jamás ha pensado que podría ver, y de repente, sus ojos se encontraron y el niño le devolvió la sonrisa. Ese simple gesto fue el instante más feliz de ese día. Parece mentira, pero se conforma con esas pequeñas cosas que llamamos cotidianeidad.


Y allí está, sentada en el banco. Observando como el sol se aparta elegantemente para ceder su lugar a la luna. Y pasa allí alrededor de una hora, relajada, escribiendo o leyendo, se alimenta de libros desde que aprendió a leer, es un vicio que no quiere dejar. Esa chica del banco tiene una vida sencilla, tranquila, lejos de la ciudad que la vio nacer, es coqueta, va a fiestas y ama el arte por encima de todas las cosas. Y tan solo con eso está bien, es feliz, todo lo que pueda venir después no hace sino acrecentar su bienestar, como las puestas de sol, a las que es adicta, sentada, observando pacientemente como el cielo va adquiriendo las tonalidades cambiantes propias del ocaso.

Y allí en el parque, entre los cientos de personas que ha visto pasar ante ella, todas las vidas que ha inventado en un segundo como si de novelas cortas se tratasen, detiene su vista en la anciana del banco de al lado. Cabizbaja y con la mirada puesta en alguna pequeña piedrecita del camino, y piensa, si acaso la viejecita estará rememorando los cientos de atardeceres que habrá vivido allí, en Campo Grande, a lo largo de su vida.

domingo, 12 de septiembre de 2010

LA ELEGANCIA DEL PRIMATE

Es complicado permanecer estática mientras observas como la ignorancia del ser humano se hace cada vez más evidente. Y esta vez sí que me refiero a la ignorancia como el hecho de ser totalmente absurdo. ¿Y por qué? Porque el ser humano, es evidente, es un ser social al más alto nivel. En sentido retroalimentario, puesto que necesitamos hablar, pero también necesitamos nutrirnos de la voz de la persona que se sitúa delante de nosotros.

Y en ocasiones sale a la luz esa parte animalizada de cada uno de nosotros y actuamos como los primates originarios que dormitan dentro de cada cual. Así somos. Y lo aceptamos. Pero cuando dejamos escapar esos instintos perdemos la elegancia. La elegancia entendida como el buen gusto, esa parte que transmite paz, humildad, educación, serenidad y saber estar.
Pero partamos de la base de que esta acción se hace necesaria, es básica, una pulsión inherente a la cualidad humana, y está bien.

La elegancia a la que me refiero no se hace extensible (esta vez) al estilo físico, es algo que va más allá, una forma de hablar, de moverte y de actuar. Lo pésimo es cuando no concuerdan unos conceptos con otros, cuando la percepción de uno mismo no se sintetiza con la proyección que hacemos en los demás.

Y aun así me duele comparar al ser humano con el mono, porque no llegamos  a su altura. Ellos actúan por instinto, sí, pero sintiendo donde está el límite, esa fina línea que hace qu cambies tu punto de vista en un instante, que una persona agradable y aparentemente lógica no sea más que una maraña de patetismo. Y los simios serán muchas cosas, pero no patéticos, cualidad intrínseca del ser humano cuando no reconocemos el reflejo que devuelve el espejo de nosotros mismos.

Por mi parte y a modo de conclusión la elegancia del primate no es comparable con el primate humano que cree en su elegancia inexistente.

viernes, 10 de septiembre de 2010

ACORDES MUSICALES

Se que no puedo ser objetiva con la música, porque ha formado parte de mi mundo interior desde que tengo uso de razón.
En español, aclaro que la prefiero en español, por cuestiones meramente lingüísticas, aunque no descarto cualquier idioma, como el francés, que tiene la capacidad de  transportarte a otra dimensión completamente distinta…

La gente que me conoce sabe que tengo la costumbre (o más bien la necesidad de expresarme mediante canciones) y existe un artista predilecto, con el cual me puedo identificar con cada canción. Porque fue mi primer concierto, porque con él sentí mi primera emoción intensa a la temprana edad de ocho añitos, porque fue, es y seguirá siendo un apoyo musical en cada situación de alegría o tristeza, porque cuando él me falte ,la música (mi música) se llenará de tristeza y no podré llenar ese vacío  
Es más, cada canción suya puedo conectarla con una situación de mi vida. Es una conexión que va más allá de la música, ya que va por temporadas…a veces lo tengo olvidado en un cajón, durmiendo y descansando su voz, pero impacientándose y pidiendo con un grito silencioso, el instante en el que abra esa puerta y pueda inundar la habitación con esos acordes nunca olvidados.

Y así, nadando entre canciones y sentimientos me encuentro con frases que responden a una cotidianeidad demasiado conocida, demasiado amiga…

“Y aún sabiendo que mentías me callé, ¿y me preguntas si te amé?” Es una de las frases las que más ha calado en mi mentalidad musical. Otra de ellas es “Bajo la lluvia y bajo el sol, bellos e inmóviles los dos, se prometieron no crecer, no sé por qué me convenció hace tanto de aquello… pero les pudo la ambición…”

Y así puedo seguir toda la tarde, hasta que la luna le gane el pulso al sol….y me quedaría con frases guardadas en los bolsillos como quien colecciona chapas o canicas… porque cada cual, se expresa de la manera que más le conviene, y en este caso, es decir, en mi caso: es la música… o más bien sus historias…