miércoles, 28 de julio de 2010

EL PARANGÓN

La vida es un devenir de momentos concatenados. Instantes unidos entre sí por una aparente lógica interna, pero no es cierto. Y no es cierto por una sencilla razón: la vida no posee ninguna lógica. ¿De qué sirve vivir si todos y cada uno de nosotros aguardamos pacientemente ese relámpago que apagará nuestra consciencia? ¿Tiene lógica alguna? Nacemos, vivimos ese periodo corto de existencia y morimos. Y así, el ser humano, egocéntrico por naturaleza, se empeña en hacer de ese corto periodo de tiempo, algo memorable, algo por lo que valga la pena seguir respirando, algo que perdure en la humanidad, intentando pisar fuerte el planeta en el que vivimos para dejar marcada una huella. Su huella. Pero no perdurará. No lo hará.
 
Ahí radica el avance del ser humano. Progresamos a nivel social debido al egocentrismo individual de cada persona. Trabajo, consigo capital, lo invierto, recibo beneficios, me enriquezco y lo dejo en herencia a mis primogénitos. Algo natural, algo común. Pero si unimos esa experiencia en los miles de millones de seres humanos que habitan y han habitado en el pasado este planeta, dará como resultado miles de millones de intenciones individuales comunes que convergen en la realidad del avance social y comunitario.

Por lo tanto la vida, por definición carece de lógica, pero la intencionalidad y las consecuencias que se derivan de ella son de vital importancia.

En ese devenir de idas y venidas que es la vida, nos cruzamos con incontables personas que dejarán, por muy pequeña que ésta sea, una huella en nosotros mismos. Ahí es donde quiero llegar. La afinidad existente entre personas y su capacidad para relacionarse. Podemos tener amigos, conocidos, vecinos, compañeros, y un sinfín de adjetivos calificativos inherentes a la persona que ocupa un puesto en nuestra vida, y todos y cada de ellos podrá ser de diferente posición, diferente  estrato social, diferente cultura, diferente nacionalidad. Así es la amistad: ese sentimiento que une a los individuos eximiendo cualquier diferencia que coexista entre ambos.
 
Sin embargo hay un tema complicado de entender pero sencillo de explicar.
 
Tengo una buena amiga que una vez (varias en realidad) me dijo: “En las parejas amorosas, ambas personas deben de tener el mismo grado de cultura, sino a la larga acabarán por no conectar”. Puede parecer una afirmación frívola, pero tiene muchísima razón. 
 
Podría decir que en el amor no hay diferencias culturales (a nivel de grado de cultura general y específica), pero sería caer en un tópico romanticista. Podría afirmar que esa diferencia puede afianzar el amor que se profesan dos personas. Pero caería en otro tópico. Podría decir que el amor es esa fuerza que mueve el mundo y que nada puede destruir lo que dos corazones han edificado. Pero mentiría. Porque lo que de verdad enamora es la conversación. Sin conversación no existe un atisbo de esperanza. Cuando un ser humano profundiza en los pensamientos del otro, y atisba una luz de entendimiento y similitud, es cuando nace el amor. Por eso dos personas de diferente nivel cultural rara vez podrán estar juntas.
 
O sino, recapacita. Imagina esta situación. Tú, ávido de conocimiento, inquieto, con preguntas que no puedes resolver, con respuestas para preguntas que todavía no conoces. Ahora piensa en una persona delante de ti, que su máxima aspiración es ver en la televisión ese programa de dudosa calidad. Que su meta se centre exclusivamente en saber qué ocurre en los alrededores de las lindes de su ciudad. Que cuando te escuche hablar sobre la eutanasia no piense que es el último perfume de un gran diseñador.
Quizá no sea imposible que dos tipos de mentalidades estén juntas, pero sí es improbable.
No hablo de carreras universitarias, masters en Estados Unidos, o de un neurocirujano. Hablo de inquietudes internas que se traducen en respuestas externas.
Hablo de personas comunes. No extraordinarias.

Es el parangón el objetivo último de la búsqueda humana. Esa similitud que se muestra delante de cada cual. Y que elegimos con total albedrío, pero siguiendo unas pautas de repetición. Esa igualdad que, sin embargo, deseamos insistentemente que se diferencie del resto de lo que hemos conocido, que sobresalga por encima de todo lo anterior, que sea nuestro referente. Pero no nos damos cuenta que es ese referente aparentemente original, en el que se asienta la base de la correspondencia. Buscamos a un igual. Un igual que se diferencie del resto de personas. ¿Acaso tiene eso alguna lógica? No. Al igual que la vida tampoco la tiene.

domingo, 25 de julio de 2010

EL POR QUÉ DE LA EXISTENCIA DE ESTE BLOG

No recuerdo cuál fue mi primer libro. Pero si recuerdo las sensaciones que han nacido en mi interior con cada uno de ellos durante su lectura.

De niña no leía libros, los devoraba. Siempre tenía hambre de lectura y nada podía saciarla.  Hoy en día, me ocurre lo mismo.

La curiosidad es la madre del aprendizaje. Nunca he dejado de aprender (más importante aún: aprehender) y tampoco creo que pueda parar a estas alturas de la vida.

Es ese apetito de conocimiento lo que nos empuja a consumir información, datos de todo tipo.
Por mi parte me presentaré como corresponde, no creo que deba empezar este blog siendo una mala anfitriona.

Mi nombre es Laura, muchos de vosotros ya conoceréis mi otro blog, Book Trendy Girl, especializado en información y comunicación de moda, y si aun no habéis pasado por él, os invito a que lo hagáis.

Nací en una ciudad alicantina, pero el destino y ese hambre de enseñanza,  me transportaron a una ciudad donde la cultura es el motor de la misma, esa ciudad es Segovia. Pasé varios años formándome académicamente y cuando me gradué me arrancaron de ella. Utilizo ese concepto porque fue una separación dolorosa, casi traumática.
En cierta manera fue en esa ciudad donde di el gran paso de niña a mujer, donde descubriría una parte de mi misma que no conocía, donde aprendería todo lo necesario de la vida, donde me caí y me levanté, donde celebré éxitos pero también lloré fracasos. Fue allí donde la actual Laura nació como ser humano.

Mi vinculación con las artes se desarrolló de manera temprana. En seguida caí en la cuenta de que no poseo ese don para la creación pero mi amor por ellas eran tan inconmensurable se tradujo en desear conocer a todos ellos que sí que poseen la gracia artística.

Cuando hablo de las artes, hablo de las artes en general: literatura, poesía, danza, música y arte plástico.
Río con un libro, lloro con el ballet y la ópera, me estremezco cuando una métrica poética toca mi alma y entro en trance ante un cuadro.

Es esa creatividad humana que hace posible algo tan bello. Como también es bello el ser humano y la capacidad de creación pero también destrucción que posee.

De eso vengo a hablar: De reflexiones, de conjeturas, de pensamientos, de sueños...

Jamás había pensado hacer públicas mis reflexiones, al fin y al cabo no sé a quien puede interesar algo tan íntimo y subjetivo. Pero si has leído hasta aquí, es que al menos, la curiosidad ha llegado hasta a ti, y eso es lo que nos une: pensar.

¿Pensamos juntos?